viernes, 22 de mayo de 2015

BUENAS OBRAS



Por lo tanto, así alumbre vuestra luz delante de este pueblo, de modo que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos (3 Nefi 12:16).

Ayudaré a los demás y edificaré el reino de Dios mediante el servicio honrado.

Durante su ministerio terrenal, Jesucristo dedicó su vida a servir y ayudar a los demás. Los verdaderos discípulos de Jesucristo hacen lo mismo. El Salvador dijo: “En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tenéis amor los unos por los otros” (Juan 13:35).
El Salvador recurrió a una parábola para enseñar la importancia del servicio. En dicha parábola, les habló de su regreso a la tierra en gloria y de la separación de justos e inicuos. En la parábola, le dice a los justos: “Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo. Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recogisteis; estuve desnudo, y me cubristeis; enfermo, y me visitasteis; estuve en la cárcel, y vinisteis a mí” (Mateo 25:34–36).
Los justos, perplejos por esta afirmación, le preguntan: “Señor, ¿cuándo te vimos hambriento y te sustentamos?, ¿o sediento y te dimos de beber? ¿Y cuándo te vimos forastero y te recogimos?, ¿o desnudo y te cubrimos? ¿O cuándo te vimos enfermo o en la cárcel, y fuimos a verte?” (Mateo 25:37–39).
Entonces, el Señor les responde: “En cuanto lo hicisteis a uno de éstos, mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis” (Mateo 25:40).
Las oportunidades de servicio al prójimo son ilimitadas. Las palabras y las acciones amables pueden aliviar las cargas y alegrar los corazones. El compartir el Evangelio es un gran servicio con repercusiones eternas. Una clave verdadera para la felicidad consiste en trabajar por la felicidad de los demás.





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