viernes, 22 de mayo de 2015

ELECCIÓN Y RESPONSABILIDAD





Escogeos hoy a quién sirváis;… pero yo y mi casa serviremos a Jehová (Josué 24:15).
Escogeré el bien en lugar del mal y seré responsable de mis decisiones.

Una hija de Dios puede tomar decisiones prudentes y resolver problemas.


¿Qué es el albedrío?
El albedrío es la capacidad y el privilegio que Dios nos da de escoger y actuar por nosotros mismos. El albedrío es esencial en el Plan de Salvación. Sin él no podríamos aprender, ni progresar, ni seguir al Salvador. Con él, somos libres “para escoger la libertad y la vida eterna, por medio del gran Mediador de todos los hombres, o escoger la cautividad y la muerte, según la cautividad y el poder del diablo” (2 Nefi 2:27). Es uno de los dones más grandes que Dios ha dado a Sus hijos.
El albedrío nos permite ser probados para ver si perseveraremos hasta el fin y regresar a nuestro Padre Celestial con honor… El albedrío nos permite tomar decisiones fieles y obedientes que nos fortalezcan para poder elevar y fortalecer a los demás.

Espíritu Santo


El Espíritu Santo es el tercer miembro de la Trinidad. Es un personaje de espíritu, sin un cuerpo de carne y huesos. A menudo se le llama el Espíritu, el Santo Espíritu, el Espíritu de Dios, el Espíritu del Señor o el Consolador.
El Espíritu Santo trabaja en perfecta unión con el Padre Celestial y Jesucristo, y desempeña varias funciones para ayudarnos a vivir en rectitud y recibir las bendiciones del Evangelio.
A medida que nos esforcemos por seguir el sendero que lleva a la vida eterna, el Espíritu Santo nos guiará en nuestras decisiones y nos protegerá de los peligros físicos y espirituales.
Por medio de Él podemos recibir dones del Espíritu que nos beneficien a nosotros y a los que amamos y servimos (véase D. y C. 46:9–11).
El don del Espíritu Santo
Todas las personas que buscan la verdad sinceramente pueden sentir la influencia del Espíritu Santo, guiándoles hacia Jesucristo y Su evangelio. No obstante, la plenitud de las bendiciones que se otorgan mediante el Espíritu Santo está disponible sólo para quienes reciban el don del Espíritu Santo y se conserven dignos.
Después que una persona se bautiza en La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, uno o más poseedores del Sacerdocio de Melquisedec colocan las manos sobre la cabeza de dicha persona y, en una ordenanza sagrada del sacerdocio, la confirman como miembro de la Iglesia. Como parte de esta ordenanza llamada confirmación, a la persona se le otorga el don del Espíritu Santo.


El don del Espíritu Santo es algo distinto de la influencia del Espíritu Santo. Antes del bautismo, toda persona puede sentir la influencia del Espíritu Santo de vez en cuando y recibir un testimonio de la verdad mediante tal influencia. Después de recibir el don del Espíritu Santo, la persona tiene derecho a la compañía constante de dicho miembro de la Trinidad si es que guarda los mandamientos.

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