
Escogeos hoy a quién sirváis;… pero yo y mi casa serviremos a Jehová (Josué 24:15).
Escogeré el bien en lugar del mal y seré responsable de mis
decisiones.
Una hija de Dios
puede tomar decisiones prudentes y resolver problemas.
¿Qué es el albedrío?
El albedrío es la
capacidad y el privilegio que Dios nos da de escoger y actuar por nosotros
mismos. El albedrío es esencial en el Plan de Salvación.
Sin él no podríamos aprender, ni progresar, ni seguir al Salvador. Con él,
somos libres “para escoger la libertad y la vida eterna, por medio del gran
Mediador de todos los hombres, o escoger la cautividad y la muerte, según la
cautividad y el poder del diablo” (2 Nefi 2:27). Es uno de los dones más grandes que
Dios ha dado a Sus hijos.
El albedrío nos
permite ser probados para ver si perseveraremos hasta el fin y regresar a
nuestro Padre Celestial con honor… El albedrío nos permite tomar decisiones
fieles y obedientes que nos fortalezcan para poder elevar y fortalecer a los
demás.
Espíritu Santo
El Espíritu Santo es
el tercer miembro de la Trinidad. Es un
personaje de espíritu, sin un cuerpo de carne y huesos. A menudo se le llama el
Espíritu, el Santo Espíritu, el Espíritu de Dios, el Espíritu del Señor o el
Consolador.
El Espíritu Santo
trabaja en perfecta unión con el Padre Celestial y Jesucristo, y desempeña
varias funciones para ayudarnos a vivir en rectitud y recibir las bendiciones
del Evangelio.
A medida que nos
esforcemos por seguir el sendero que lleva a la vida eterna, el Espíritu Santo
nos guiará en nuestras decisiones y nos protegerá de los peligros físicos y
espirituales.
Por medio de Él
podemos recibir dones del Espíritu que nos beneficien a nosotros y a los que
amamos y servimos (véase D. y C. 46:9–11).
El don del Espíritu Santo
Todas las personas que buscan la verdad sinceramente pueden sentir
la influencia del Espíritu Santo, guiándoles hacia Jesucristo y Su evangelio.
No obstante, la plenitud de las bendiciones que se otorgan mediante el Espíritu
Santo está disponible sólo para quienes reciban el don del Espíritu Santo y se
conserven dignos.
Después que una persona se bautiza en La Iglesia de Jesucristo de
los Santos de los Últimos Días, uno o más poseedores del Sacerdocio de
Melquisedec colocan las manos sobre la cabeza de dicha persona y, en una
ordenanza sagrada del sacerdocio, la confirman como miembro de la Iglesia. Como
parte de esta ordenanza llamada confirmación, a la persona se le otorga el don
del Espíritu Santo.
El don del Espíritu Santo es algo distinto de la influencia del
Espíritu Santo. Antes del bautismo, toda persona puede sentir la influencia del
Espíritu Santo de vez en cuando y recibir un testimonio de la verdad mediante
tal influencia. Después de recibir el don del Espíritu Santo, la persona tiene
derecho a la compañía constante de dicho miembro de la Trinidad si es que
guarda los mandamientos.
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